domingo, 16 de agosto de 2009

LXXII



He dejado atrás los rumores de la tarde que se pierde entre los cerros y la limitada luz de los faroles ya ha empezado a combatir inútilmente la noche. Maquinalmente busco la misma banca del parque que bien puede estar en cualquier parte del mundo. Usted ya esta allí; de una manera convencional pero afectuosa intercambiamos las palabras que nos darán la licencia para abordar las simetrías de un poema o las vicisitudes del arte que ambos compartimos quizás desde diferentes realidades.
Con tímida precaución le entrego el contenido de este libro mientras un silencio maculado de grillos nos envuelve. Sus ojos, como un par de aljibes que reflejan la luna, se pasean tranquilamente sobre las hojas que una a una registra. El momento, aunque efímero, parece prolongarse infinitamente.
Recitado el último verso usted me mira y me percato de que no tiene rostro, y sin embargo usted deja rodar el libro por el suelo con una sonrisa. En ese preciso momento yo despierto del sueño que mi soledad ha engendrado y estoy de nuevo en el baldío cuarto a solas con mis recuerdos. Usted efectivamente está leyendo este libro que tal vez no le gusta, y yo me encuentro pensando entre las sombras que de alguna forma el sueño también era cierto.

1 comentario:

  1. viejo quinny q calidad de persona es usted lo admiro mucho y que buen libro
    lo felicito mucho.
    Gabriel

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