Un hombre construye su vida en un sueño, siembra rosas en los glaciales del olvido y puebla cada hebra de tiniebla con los caprichosos reflejos de una ilusoria aurora.
La carne duerme, los sentidos cesan su tenaz labor de interpretar el mundo.
El hombre sueña a la deriva. No importa el refugio siempre estamos a merced de la pesadilla.
- LXXIII
No se opta por la devoción al arte impunemente; no se puede contemplar durante años sus antagónicas maravillas sin que la frágil razón se consuma en sus sombras y en sus llamas.
Aislado en su quimérica sustancia ya no hay quién me aguarde, salvo el inexpresivo lienzo siempre a la espera, siempre hambriento de las formas que en él precipita mi codiciosa mano.
La megalómana disciplina y sus esbirros no me han dejado nada que no haya sido ferozmente tamizado en su incansable búsqueda de la perfección, nada que no haya sido catalogado cromáticamente; aun las cosas insustanciales como la nostalgia por una calle al otro lado del mundo encuentra en sus archivos un color que le corresponde.
Mi destino es fatigar sus soledades inventando colores que dejare sin nombre, urdiendo paisajes y composiciones.
Preso en sus confines que lindan con la locura la intangible celda luce cada vez más bella. Irónicamente, en la Rote Fabrik de Zürich, un crítico me aseguro que el arte libera la triste condición humana más allá de sus posibilidades. No le respondo, sólo le devuelvo una sonrisa. La curiosa celda es también subjetiva
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